domingo, 12 de enero de 2014

Por fin me han devuelto mis cosas. Ahora mismo estoy esperando frente al despacho del administrador.

Han pasado muchas cosas durante estos últimos días, quizá tantas que no soy capad de recordar.

* * *

Cuando la desesperación y congoja habían hecho mella en mi, arrojé la toalla y creí que todo estaba ya perdido. Un sinfín de gritos y arañazos se escuchaban tras las paredes cuando, de repente, oí lo que desde un principio, creí un disparo. Luego otro y pronto muchos, muchos más. En cuestión de tres o cuatro minutos cesaron los disparos y con ellos el inconfundible ruido de la muerte acechándome en manos de esa jauría de monstruos. Luego llegó el silencio y de golpe y porrazo alguien o algo tiró con un golpe brusco la puerta de casa de la abuela al suelo.

Bajé corriendo las escaleras que comunicaban la planta baja con el piso superior con lagrimas en la cara y gritando - ¡papá!, ¡mamá! - pero no eran ellos. Un grupo de ocho personas ataviadas con ropas militares y máscaras irrumpieron en el hogar de mi abuela.

En ese momento me di cuenta que un tipo alto, con una cazadora y capucha de color verde caqui y que portaba un fusil me estaba apuntando directamente a la cara. Frené de golpe mientras nuestras miradas se cruzaron y entonces, me quedé quieto, inerte y sin saber como reaccionar.

Un par de segundos después, una voz femenina me decía -¡Eh, chaval!, ¿Estas sólo?- Yo giré la cabeza hacia ella pero no supe que contestar. ¿Me estaba preguntando si yo vivía solo o se refería a los monstruos? no tenía idea de donde estaban ahora ni porqué me lo preguntaba a mi.

Justo entonces entró otro tipo más corpulento. Al entrar este los demás se hicieron a un lado. Se acercó lentamente hacia mi, me puso la mano sobre la cabeza y frotándome el pelo bruscamente me dijo, - Vaya pollo has montado -. No supe que contestar, de hecho ni siquiera sabía quien era esa gente. Ese hombre se dio la vuelta y mirando a sus compañeros les dijo, - Esta bien, nos lo llevamos -.

Lentamente volvió hacia afuera mientras daba instrucciones a otro de ellos para que llamara a "Contención" para avisarles de que les llevaban a un chico.

Nuevamente la voz femenina se volvió a comunicar conmigo y me dijo, - tienes un minuto para coger tus cosas -. Eso si lo entendí, lo que no sabía era donde me llevarían, pero en ese momento me daba igual, cualquier lugar del mundo en ese momento sería mejor que aquello.

Cogí la tablet, mi cartera, mi teléfono móvil que hacía días que ya no tenía batería, el cargador solar de mi  hermana y un par de jerséis que no eran míos, sino que eran fruto del hurto que había hecho días a tras´en la casa de los vecinos.

Salí de la casa acompañado por dos de ellos. Al salir afuera me di cuenta de que estaba todo en silencio, no se oía nada, incluso el pitido de la alarma de aquel Volkswagen Golf  había cesado. Sin embargo hago había cambiado y es que ahora estaba todo el suelo lleno de cadáveres. Todos aquellos monstruos que me acecharan hacía sólo un rato, ahora conformaban una macabra alfombra roja de despojos humanos.

Uno de ellos, creo que fue el tipo más alto, dijo en voz suficientemente alta como para que le oyeran los otros: -Despejado, no queda ninguno.- Un nuevo escalofrío recorrió mi cuerpo cuando pensé en Patricia ¿la habrían matado también? Pero no me atreví a decir nada, por si todavía no la habían descubierto, estaba claro que aquellos hombres si la encontraban no le darían el beneficio de la duda.

Me condujeron hasta el interior de una furgoneta, habían dos vehículos. Uno, en el que me habían metido a mi, era un furgón de la Guardia Civil, el otro era un vehículo blindado de Prosegur.

En un par de minutos arrancaron los motores y nos pusimos en marcha. Conmigo viajaban cuatro personas más. Uno de ellos me dio un golpe con su bota para llamar mi atención mientras me preguntó -¿lo de la alarma del coche es cosa tuya?-. Pero le interrumpió otro de ellos diciéndole -Fran, déjale en paz-. Tras un soplido me miró a los ojos y me llamó gilipollas.

El viaje no duró mucho, no sabía donde me llevaban y en el interior de la furgoneta no se veía nada ya que carecía de ventanas. Más o menos estuvimos circulando entre diez o quince minutos. Finalmente llevamos a destino. El vehículo se detuvo y se abrieron las puertas. Bajé del furgón y ya me estaban esperando dos individuos vestidos con unos trajes de color blanco hechos como de plástico, llevaban capucha y máscaras por lo que no se les veía la cara. Uno de ellos era un hombre y el otro se adivinaba que era una mujer por sus voluptuosas curvas.

La mujer me cogió mis cosas y se las dio a su compañero. Me miró a los ojos, me pidió que abriera la boca y sacara la lengua. Luego regresó a mis ojos apuntándome con una de esas linternas de médico que te obligan a dilatar las pupilas mientras que con la mando me levantaba el párpado hacia arriba. Me preguntó que como me llamaba a lo que rápidamente contenté -Dani-.

- Bien Dani, te vamos a llevar a un sitio que le llamamos cuarentena. Allí estarás a salvo. Seguro que tienes un montón de preguntas, pero todo a su momento. Cuanto termines la cuarentena te devolverán tus cosas.
- Gracias. - Le contesté y me llevaron al interior de un edificio colindante, allí dentro estaba lleno de puertas y pasillos. Me llevaron hasta una habitación que tenía pinta de despacho y donde había un colchón tumbado en el suelo y una palangana.

- Luego te triarán algo de comer - me dijo el hombre y cerro la puerta tras de mi encerrándome con llave en aquel habitáculo.

* * *


No ha sido hasta esta mañana que me han dejado salir, me han dado ropa limpia junto con mis cosas y me han traído hasta aquí.