lunes, 13 de enero de 2014

Capítulo 5: Un nuevo amanecer

Ahora mismo estoy sentado sobre un colchón que hay sobre el suelo. Este según me han dicho es mi nuevo hogar.

Ayer hable con el Aministrador, bueno, de hecho debería ser Administradora, pero todos la llaman Administrador e incluso ella se refirió a si misma con este nombre.

Después de tres largos cuartos de hora me hicieron pasar al despacho del Adminstrador. Era un despacho tosco y lleno de papeles por todas partes. Tras entrar en aquel habitáculo una señora de mediana edad alzó sus ojos cubiertos por unas gruesas gafas de pasta de color negro y me dijo: -un momento por favor-.

Cinco minutos después y armada con un par de folios manuscritos a boli con tinta de color azul, volvió a alzar su vista y me dijo:

- Bien, ¿te llamas Dani vedad?
- Sí. Mascullé yo, Daniel Úbeda.
- Seguro que tienes un montón de preguntas y yo estoy aquí para contestar a ellas, o por lo menos lo intentaré.

Por alguna extraña razón mi celebro no lograba ponerse de acuerdo con mi boca sobre cual era el orden que debía seguir para soltar las miles de preguntas que me rondaban por la cabeza desde ´que todo esto empezó. Finalmente pregunté:

- ¿Dónde estoy?
- Estás en lo que hemos denominado como plataforma T12.

Me explicó que tras la pandemia las Autoridades Sanitarias Europeas habían decretado la obligatoriedad de recluir a la población sana en núcleos protegidos. Se había decretado el estado de excepción y que había un toque de queda permanente desde antes de Navidad. Sólo en la provincia de Tarragona había un total de 427 plataformas similares a aquella.

- ¿Están mis padres aquí?

Encogiéndose de hombros me comentó que hasta que yo le dije mi apellido, desconocían siquiera cual era éste. Pero que luego tendría la oportunidad de averiguarlo.

También me dijo que por ahora me tendría que quedar con ellos y que allí estaría a salvo, que me procurarían comida caliente, ropa limpia y un lugar donde dormir.

Torpemente sólo se me ocurrió decirle que no tenía dinero encima para pagar sus servicios. A lo que ella con una mirada a medio camino entre la tristeza y el horror, y que intentó banalmente disfrazar con una tímida sonrisa me dijo que el dinero ya no tenía ningún valor.

- El dinero ja no importa, ahora sólo importan las personas.

Perturbado por el significado de esas palabras me quedé unos segundos en silencio, tiempo que ella aprovechó para preguntarme si tenía alguna pregunta más.

- ¿Es usted quien manda aquí? ¿Cuántas personas hay en esta plataforma?
- Eso son dos preguntas. Dijo con una sornisa.

Me explicó que ella sólo ejercía de coordinadora entre las necesidades de la población civil y el ejército. Me explicó que quienes realmente mandaban en las plataformas era el ejercito y los cuerpos de seguridad del estado y me explicó que ahora todas las fuerzas de seguridad estaban bajo el mando del ejército y que por eso no me tenía que parecer extraño si veía en una misma unidad personal de los Mossos d'escuadra, Policía Nacional, Guardia Civil o incluso Guardia Urbana. - Ahora todos trabajamos juntos - añadió.

- En esta plataforma somos ahora mismo más de 700 personas. Pero hay plataformas mucho más grandes como las de Terres de l'Ebre donde hay más de 5000.

Suspiró y se quitó las gafas, se frotó aquellos ojos que denotaban un cansancio mayúsculo y mucha falta de sueño mientras me dijo, que la tendría que perdonar, pero que estaba muy ocupada. Levantó la voz y exclamó -¡Cabo!-. No pasaron ni dos segundos cuando entró por la puerta una chica de unos treinta años que vestía ropa militar, era pelirroja, tenía el pelo rizado y llevaba lo  llevaba sujeto con una goma elástica que se lo recogía en forma de cola.

- La Cabo Vila te acompañará hasta tus nuevas dependencias, y también te enseñará donde puedes averiguar el paradero de tu familia.

Cogí mis cosas, me levanté y le di las gracias. Me hubiera gustado hacerle como unas cinco mil preguntas más, pero estaba tan aturdido y abrumado por la situación que no lograba organizar mis pensamientos.

La Cavo Vila, que también tenía un semblante cansado, me acompañó desde aquel edificio hasta un edificio cercano. Al salir al exterior, me di cuenta de que aquella plataforma T12, en realidad, era un polígono industrial, un polígono donde ahora habían improvisado un nuevo asentamiento humano.

Cinco minutos después habíamos llegado a una especie de almacén logístico que ahora habían reconvertido en vivienda. Al llegar me presentó a Sergio, un chico joven que quizá tendría unos tres o cuatro años más que yo y que al parecer era quien mandaba en ese edificio. Luego subimos unas escaleras y atravesamos una zona de oficinas donde ahora habían colchones estirados en el suelo y restos de comida.

Me dijo que podía dejar mis cosas allí. Luego me preguntó el nombre de mis padres al que yo además añadí el nombre de mi hermana. Se los apuntó en un papel que guardó en uno de los bolsillos de su guerrera y me dijo:

- Si tienes alguna pregunta, puedes hablar con Sergio, el te ayudará en lo que necesites. Te explicará como funciona lo de las comidas y todo lo demás. Aquí tenemos unas normas. Normas que nadie, absolutamente nadie puede transgredir ¿lo has comprendido?
- Sí -. Asistí con la cabeza.
- Si tienes algún problema con Sergio puedes ir al edificio de donde hemos venido y preguntar por la Cabo Vila.

Luego me extendió un papel mecanografiado y me dijo que esas eran las normas, que no lo perdiera y que fuera buen chico y me advirtió que no me metiera en líos.